20100621

Cuento

Conocí a una persona a la que los atardeceres le asustaban cuando era pequeña. Y eso era porque creía que cuando el Sol se iba tanto, todos los días, era porque estaba muy enfadado, todo rojo y caliente. Y creía que algún día se iría para siempre. Pero alguien le contó que el Sol se iba porque era todo un caballero, y como sabía que la Luna también quería salir a vernos, tenía que dejarle espacio. Pero la Luna siempre se aburría y al poco tiempo, por la mañana, se iba a visitar a otra gente; había veces que se quedaba por ahí. El Sol siempre volvía. Y eso, le dijeron, era porque ella era una de sus preferidas en la Tierra.

Desde entonces, adoro las puestas de Sol.

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