Encaramada a su espalda, todo parecía más bonito. Deslicé mi mejilla por su cuello, y me quedé así, sintiendo palpitar su yugular, intentando recordar cuanto hacía que no me acercaba ni siquiera cincuenta centímetros a él; No me acordé, y tampoco me importó, simplemente me limité a escucharle. A olerle. Sentí cosas, que supe, me traerían problemas más tarde, cuando los recuerdos hicieran acto de presencia. Sin embargo, me limité a apretarle más junto a mí, sin fuerza de voluntad alguna, como cada minuto que pasara no se fuese a repetir jamás. Y así fue.