20120911


- ... El estar con una persona, o con varias. El acostumbrarse a su presencia, a sus gustos, a sus cualidades y defectos. Tú sabes que nunca te ha gustado... No sé, el cola-cao. Los grumitos te parecen lo peor del universo, ¿vale? Bien. Tú vives con ello, te gustan muchas otras cosas. Pero un día cualquiera, esa persona te recuerda cuánto le gusta el cola-cao y sin darte cuenta se te apetece. Y no le das importancia, claro, ¡vaya tontería! Pero otro día, mucho después de esa conversación, te ves estudiando y dices, tengo sed; me apetece un cola-cao. Y te lo preparas, y ves esos grumos que tanto asco te daban. Te llevas uno a la boca, lo explotas entre la lengua y el paladar y te sabe bien. Incluso te gusta. Mucho. Sigues estudiando y el cola-cao se te acaba, y para tu sorpresa, casi inconscientemente, vas a la cocina a por más y te preparas otro vaso, esta vez más lleno. Y mientras estás estudiando ves una frase en tu libro de literatura que te llama la atención: ''El poeta insta también a la fusión amorosa plena entre los amantes que implica la destrucción, la muerte, el vivir transformado en otro.'' Vicente Aleixandre. Y miras el cola-cao y piensas, «Por Zeus, se tienen que juntar todas las casualidades en el mismo momento.» Que vaya, lo que te digo. Que no sé si me importa o no, pero es lo que hay. Y, qué quieres que te diga, nunca estuve hecha para éstas gilipolleces.