20090820

Apoyaba su espalda sobre la sucia farola que no funcionaba del portal número 11, más conocido como su portal. La chaqueta negra de cuero le apretaba contra el pecho. Llevaba sus vaqueros más desgastados, oscuros, con alguna cadena y los bolsillos llenos. El cigarrillo que mantenía entre los dedos estaba llegando a su fin, pero aún podía apurarlo, y así tendría una excusa para quedarse a esperar un poco más. ''Me iré cuando me acabe el cigarro.'' La verdad es que tendría que haber marchado hacía ya unos cuantos minutos, porque aunque sabía que la puntualidad no era lo suyo, cincuenta minutos era llegar a ser demasiado impuntual.
Habían hablado e iban a arreglar las cosas, como tantas veces antes habían intentado. La diferencia era que en esta se había decidido a aparecer. Fumando, algo que él odiaba que hiciera, y con sus peores trazas, desganada, pero había aparecido. Y muy a su pesar, estaba dispuesta a hacerlo, a arrastrarse por los suelos si hiciera falta, a tocarle y luego arrepentirse. Y sobretodo, había aparecido para ver los ojos marrón café tan expresivos que tenía.
Mientras pensaba en él se dio cuenta de una cosa. ''Me está jodiendo aposta. Ahora él no aparece porque yo no aparecí antes. Es un maldito y retorcido cabrón.'' Pero allí estaba, apurando el cigarro entre sus labios y escudriñando la oscuridad de su portal, con la esperanza de verle aparecer con sus dientes blancos asomando en forma de sonrisa y el hoyuelo que se le formaba en la mejilla.
La canción menos conocida de su grupo favorito resonaba en sus oídos y la pronunciaba entre dientes, solo con los labios. En realidad tenía miedo de que al fin apareciera. Se daba cuenta de que tenía razones de sobra para reprocharle todo lo que había hecho. Y no quería que su hoyuelo ni su sonrisa dieran paso a una cara seria, porque a él no le quedaba bien eso.
''Le iría mejor sin mi.'' Dió la última calada a ese cigarro que se le había hecho tan largo, y se dio la vuelta. Y mientras el humo salía por su nariz y en un suspiro, se dio cuenta de que con esa calada, habían cesado los latidos de su corazón. Y de que no volvería a pisar el portal número 11, más conocido como su portal.

20090812

Estados-de-ánimo.

- Me gustan los días de lluvia, porque se camuflan las lágrimas
entre el correr de agua por mis mejillas;
También me gustan los días de viento, porque hacen que se sequen.
- ¿Y si llueve y hace viento?
- Esos son los mejores. Simplemente sonrío con ganas al cielo
y sigo mi camino.

20090807

Se levantó de la cama y despacito, para alargar el momento lo máximo posible, fue vistiéndose y preparándose para el viaje que le esperaba. Había aplazado todo el tiempo posible ese momento solo para seguir con ella, pero la vida seguía, aburrida de amores preciosos y sin piedad para los más desafortunados, sin mirar atrás. Cuando se volvió para mirarla tenía una expresión muy extraña, con sus ojos verdes llenos de angustia y los labios fruncidos, intentando contener las lágrimas que amenazaban con desbordar.

- Daniela, he de irme.

No dijo nada. Se deslizó por encima de las sábanas y se puso en pie, sin ganas. Le miró, pálida, vacía, sin expresión.

Rota.
Y cuando él se acercó para rozar sus labios ella dio un paso atrás. Y cuando él extendió su mano para rozar su pómulo se dió la vuelta. Y cuando él suspiró con lágrimas en los ojos y cerró la puerta tras de sí para no volver jamás, ella cayó al suelo y se quedó allí, desmadejada y deshecha.

El tiempo pasó. Y con él amainó el dolor, volvieron a iluminarse los amaneceres, y creyó que había superado ese tiempo. De lo que Daniela no se daba cuenta era de que no había vuelto a ver la cara de nadie desde que él grabó la suya en su cabeza. De que hacía mucho que no salía a pasear por la calle acompañada por alguien. Y de que no escuchaba música, nunca. Que la música y los libros eran su vida y ahora se había olvidado de ambos. No había respirado profundamente desde ese triste amanecer de abril, y no había deleitado a nadie con su verdadera sonrisa desde que se había enterado de que tarde o temprano él tendría que marcharse.
Una mañana, se dio cuenta de que tenía ganas de algo. Se puso un vestido ligero y bajó a dar un paseo, mañanero, de los que a ella le solían gustar. De repente, le vino a la mente los enredos de aquella noche y como amaneció bañada en tristeza, y se dio cuenta de que aquella madrugada había perdido todo lo que a ella le hacía respirar.
Y sintió frío.

20090802

Báilame el agua.

Báilame el agua.
Úntame de amor y de otras fragancias de tu jardín secreto.
Sácame de quicio, hazme sufrir...
Ponme a secar como un trapo mojado.
Lléname de vida, líbrame de mi estigma.
Llámame tonto. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora.
No me arrastres, no me asustes.
Vete lejos... Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo. Toca mis ojos, nota la textura del calor.
¿Por cuánto te vendes?
Píllate los dedos y deja que te invite a un café.
Caliente claro. Y sin azúcar...
Sin aliento.